Milagrosa para unos,
desconocida para la mayoría, es una de esas sustancias que merece la pena
conocer, por las virtudes que se le atribuyen.
Entre sus innumerables
propiedades, las que me parecen más relevantes son las de antioxidante,
depurativa, digestiva, cicatrizante, antiinfecciosa, antianémica, tónica
circulatoria, alcalinizante, desintoxicante, desinfectante y antimutagénica,
aunque tiene más.
Desde una perspectiva
molecular, la clorofila es casi idéntica a la hemoglobina, pigmento que da el
color rojo a la sangre y que permite el transporte del oxígeno a las células. La
diferencia entre estas dos moléculas hermanas, “transportadoras de vida”, radica
en el núcleo, de magnesio en la primera y de hierro en la segunda. Y es en esta
similitud donde encontramos la justificación a sus beneficios, no solo en las
enfermedades de la sangre, porque estimula la producción de hemoglobina y de
glóbulos rojos, si no de todas las demás propiedades.
Se utiliza para anemias y
alteraciones diversas de la sangre, asma, alteraciones digestivas, osteoporosis,
hongos, infecciones, alteraciones del aparato reproductor femenino, halitosis,
olor corporal excesivo, problemas circulatorios y un sinfín de cosas más.
Trata de imaginar qué hace tu
propia sangre en tu organismo. ¿Dónde no se encuentra implicada? ¿Qué
mecanismos, órganos o sistemas están al margen de ella? E imagina tomar una
sustancia que reforzase sus cualidades. Eso es la clorofila.
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